Estos días tuve la suerte de visitar el Castro de Coaña, el más importante de Asturias, y que data de la edad de hierro. Los pobladores del lugar vivían en estrecha relación con la naturaleza, y aprovechaban de ella todo lo que podían como alimentos, ropas, herramientas o medicinas que conseguían de su entorno cercano.
Un castro es un poblado amurallado, y este consta de 80 cabañas donde vivían las familias, además de otros edificios y estructuras.
Parece que eran sociedades matriarcales, donde las mujeres organizaban el trabajo y la vida. Los hombres estaban restringidos al ámbito de la defensa contra invasores. Las mujeres, por ejemplo, decidían lo que heredarían cada uno de sus hijos, encargándose de la distribución de los bienes y recursos.
Lo que más me llamó la atención fueron los “morteros de cazoleta”. Según nos contó nuestra guía Slivia, estos instrumentos, al contrario de otros morteros que utilizaban, no estaban hechos del tipo de piedra de la zona, sino de granito. Esto supone que tenían que traer los morteros de más de 200 kg desde zonas alejadas.
En aquella época transportar una piedra tan pesada hasta las viviendas debía ser toda una hazaña. Por tanto, los arqueólogos piensan que esta herramienta tenía una gran importancia, que con ella se elaboraba algo de gran valor.
Además, estos morteros no aparecen en otros castros de Asturias. Aunque se cree que podrían ser simplemente para moler bellotas, avellanas y castañas, también es posible que fuera para algún uso más único del poblado. Por ejemplo, para procesar plantas que podrían ser utilizadas como medicinas o drogas.
La verdad es que la localización del castro y su relieve lo hace adecuado para poseer una gran diversidad y riqueza de vida vegetal, y no me pareció difícil imaginar a las habitantes cultivando las plantas sagradas y moliéndolas en esos grandes morteros para tratar enfermedades o quizás para consumirlas en rituales. La presencia de unas saunas rituales en el poblado, que posteriormente se utilizaron como termas por los romanos, alimenta más esta imagen mental.
Me encantó observar esos objetos donde nuestras antepasadas brujas prepararon ancestrales fórmulas, ayudadas por su profundo conocimiento y conexión con la naturaleza. Toda una inspiración para las queremos seguir aprendiendo y apreciando las propiedades de las plantas para cuidarnos aquí en Asturias.
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